Mala Rodríguez: cuando no hay otra opción más que ser irreverente

Sin quererlo, Mala Rodríguez creció rodeada de música. Es así como recuerda que, cuando tenía cuatro años, el bar que quedaba en su barrio empezaba a ensayar para festejar la Semana Santa siguiente un día después de finalizada la del año en curso. Mucha música, mucho flamenco, mucha diversión.

Rodeada de sonidos urbanos y flamencos, María Rodríguez Garrido se convirtió en Mala, una de las primeras exponentes femeninas del rap en los noventa, rompiendo barreras, entrando como un huracán en la esfera musical y derribando las puertas que construían quienes decían que estaba metiéndose en un lugar de hombre. Hoy puede decir con orgullo que fue la primera mujer en llevarse el Latin Grammy a Mejor Canción Urbana (“No Pidas Perdón”) en 2010, que tres años después ganó el mismo galardón pero en la categoría Mejor Álbum Urbano por “Bruja” y que el propio Ministerio De Cultura de España la reconoció en 2019 con el Premio Nacional de las Músicas Actuales.

¿Estrella pop?

Nacida en Jerez de la Frontera, Cádiz, en febrero de 1979, Mala se mudó a Sevilla cuanto tenía cuatro años y allí jugaba con un cepillo que hacía las veces de micrófono y se imaginaba como una estrella pop. Sin embargo, en casa su madre escuchaba trova y Pablo Milanés y su tío eran fan del rock progresivo, pero más que fans de la música, destripaban las canciones, dándole a Mala ese sentido de lo que realmente podía hacerte sentir una canción.

En la calle se topa con sonidos urbanos audaces: hip hop, blues y soul y flamenco, un género que además lleva dentro de la piel, lo que la lleva a empezar a crear su propia música, aunque en espacios donde no se esperaría que entrara una mujer.

Pero es que Mala tuvo que aprender a dejar que lo que dijeran los demás no le importara. Venía de una familia disfuncional, con un padre que nunca conoció, y una madre adolescente soltera que vivía con un tío. Este retrato le ganaba el rechazo de los vecinos quienes no querían compartir con ellos el ascensor o insultaban a su madre a sus espaldas, algo que la cantante recuerda como momento que la hicieron más fuerte.

Mientras lograba meterse en el mundo de la música, Mala trabajaba como maestra de aerobics, camarera y operaria de limpieza y no fue hasta que cumplió 17 años que logró grabar su primer demo en un grupo de rap llamado La Mala y El Cuervo. Dos años después adopta formalmente su nombre artístico con el lanzamiento de los temas “Toma la Traca” y “A Jierro”, esta vez en Madrid.

Sobre el nombre, Rodríguez recuerda que fue dado a ella por una tía, quien la tachaba de “mala” por su actitud rebelde: “decía que era muy mala en mi adolescencia. Muy brava. Entonces, un día decidí que ese sería mi nombre de guerra”. Pero de mala, realmente no cree tener nada; solo una sinceridad a flor de piel que pone en cada una de sus letras.

El éxito y las drogas

Con el tema “Yo Marco El Minuto”, Mala Rodríguez se dio a conocer en la escena urbana y de allí solo viniera exitazos como el Disco de Oro por “Lujo Ibérico”, su primer álbum y por Alevosía, su segundo disco. Mala también empezó a ser reconocida internacionalmente, “gracias a la piratería”, tal y como ella misma lo menciona en una entrevista. Su música fue pirateada y distribuida por toda Latinoamérica, haciéndose un nombre en los rincones urbanos de todo el mundo y convirtiéndose con esa artista con la que todos querían colaborar. Es así como tiene canciones con La Gota que Colma, La Alta Escuela, SFDK, Kase O, El Coleta, R de Rumba, Vico C, Canserbero, Calle 13, Julieta Venegas y Lola Índigo.

Pero en este recorrido por el mundo de la fama y el éxito indiscutible, Mala también descubrió que estar en el tope del mundo puede ser muy solitario e intentó mitigar esa sensación con las drogas. En su biografía Cómo ser mala, Rodríguez habla al respecto comentando: “Siempre había estado rodeada de mi familia, y de repente estar sola, drogarme, me sentó fatal… Me dio como un brote psicótico (…) (En el mundo de la música) no es fácil estar sola, más siendo mujer”.

Una feminista controvertida

A pesar de aventurarse a escribir sus memorias, Mala Rodríguez lleva una vida muy privada. Es madre de tres hijos, dos de ellos (Ckarell y Abraham) con el también rapero cubano Reynor Hernández, y la tercera nacida en Estados Unidos y de quien se desconoce la identidad del padre y el nombre de la misma pequeña.

En esa época, Mala se había dado un descanso de la música, se dedicó a nutrirse de los nuevos ritmos que escuchaba, empezó a disfrutar realmente de su familia e incluso, vendió coches para ganar dinero. Probablemente esto haya tenido que ver con un reencuentro consigo misma tras aquella temporada de abuso de sustancias y de sobrevivir a una relación abusiva de la que la cantante habla sin dar detalles de la identidad del sujeto.

Pero pronto, Mala regresó con Usted, una canción con un éxito impresionante que la llevó a reencontrarse con su público y regresar a los escenarios.

La cantante se convirtió en un ícono del feminismo, no solo por sus logros en un mercado de hombres, sino también por su desparpajo por ser quien quiere ser, sin importarle lo que digan los demás. Es así como no duda en mostrar su cuerpo en Instagram, generando críticas de otra ola de feministas quienes aseguran que vende su cuerpo. Para ella, es disfrutar de quien es: “Si voy con un escotazo importante es para lucir mis tetas con orgullo, porque para eso, después de tres partos y tres lactancias, hago con mi cuerpo lo que quiero”. Por lo tanto, se considera a sí misma como una “mala feminista”, quien tiene una cuenta de OnlyFans, pero empodera a las mujeres, quien no está de acuerdo con el aborto, aunque se haya practicado uno y quien habla de haber participado en orgías como si se tratara de cualquier cosa.

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